Oscuridad y muerte.Paula Colio

Nunca olvidaré lo que pasó. Aquella noche marcó mi vida, y la de mis amigos. Y lo peor de todo es que desatamos algo… no sabría como llamarlo. De los que estuvimos allí sólo estamos vivas Samantha y yo. Estamos asustadas, sabemos que nos busca, y cuando nos encuentre, nos matará. A nosotras… y al resto de la humanidad.
Todo empezó al planear las vacaciones de verano con mis amigos; David, Matt, Christian, Samantha y Diane. Este año pensamos en ir a Estados Unidos, lejos de todo lo conocido. Miramos por Internet un destino, y nos decidimos por un pueblecito en Kansas, de esos que tienen leyendas urbanas. Buscamos alojamiento en una posada e hicimos la reserva del vuelo. Tres semanas después despegamos de Barajas rumbo a América.
Al llegar, el dueño del albergue nos esperaba en una camioneta. La mayoría de nosotros fuimos atrás, incluida yo. David y Christian intentaron entenderse con el conductor, ya que dominaban mucho más que el resto el idioma. Cuando llegamos al pueblo nos llamaron la atención los edificios de madera, el ambiente de montaña y el oscuro y frondoso bosque; un lugar ideal para vivir aventuras.
Nos acomodamos en la posada y, como se nos había hecho tarde, no salimos. Estábamos un poco justos, ya que dormíamos todos en el mismo cuarto. Nos entretuvimos planeando lo que haríamos allí. Los tres primeros días nos recorrimos el pueblo de arriba a bajo, nos enteramos de las tradiciones y de algunas leyendas. La que más gustó fue la de una casa encantada. Vamos, lo típico para pasar miedo. Hacía siglos que había vivido una bruja allí y, cuando la quemaron, la casa ardió en llamas sin que nadie la prendiera fuego. Todos los que habían entrado después aseguraban que habían oído a la bruja gritar.
Sobra decir que planeamos la visita a la casa. Pero Samantha y yo ideamos algo para "encantar" la casa. Yo, me encargaría de grabar ruidos y golpes en un Mp3 y Samantha pondría unos altavoces inalámbricos por las habitaciones de la casa. El plan era que, cuando llegáramos a la casa, yo activaría el Mp3 con un mando y empezarían a sonar cosas. Ya había grabado los ruidos y fuimos a colocar los altavoces. Mientras Samantha los ponía, yo eché un vistazo por la casa. Me llamó la atención un libro negro que había en el suelo del ático. Fui a verlo, con cuidado de no dejar huellas en el polvo. Me agaché y examiné la cubierta, sin cogerlo. Tenía símbolos extraños, parecidos a "runas". Puse un dedo en la cubierta y, de repente, un escalofrió recorrió mi espalda. En ese momento, Samantha gritó que ya nos podíamos ir y, del susto, me caí al suelo y me clavé en la mano un clavo oxidado. Bajé del ático y regresamos a la posada, parando antes a que me pusieran la antitetánica.
Ya de noche volvimos a la casa, esta vez todos juntos. Yo llevaba las manos en los bolsillos, para disimular el bulto del mando. Entramos, alumbrándonos con las linternas. De día no parecía tan tétrico como de noche, y pensé qué, por primera vez, íbamos a darles a todos un susto de muerte, y seríamos nosotras quienes desveláramos la broma, ante el miedo de todos. Entramos en las habitaciones de la planta baja y, mientras curioseaban por las vitrinas del salón, activé el Mp3. Justo cuando Matt estaba abriendo una vitrina, sonó el primer ruido. Del susto, tiró dos redomas de cristal, que se hicieron añicos contra el suelo. Samantha, fingiendo estar muy asustada, dijo que deberíamos salir de allí. Pero Matt, herido en su orgullo, dijo que no nos iríamos hasta que encontráramos algo guapo que enseñar en casa. Subimos al segundo piso y entramos en algunas habitaciones, mientras los ruidos grabados se escuchaban. Ya estaban todos bastante asustados y saltaban a la mínima. Samantha y yo, que íbamos las ultimas, nos sonreíamos maliciosamente, indicándonos mutuamente que seguiríamos con la broma un poco más.
Estábamos ya en el ático, abriendo baúles y armarios. David fue el primero que se fijó en el libro del suelo. Le sopló la tapa para quitarle el polvo. Al ver la portada, me llamó para que le dijera qué ponía. Cuando iba hacia él, escuchamos pasos en las escaleras; y se miraron unos a otros, asustados. Yo miré a Samantha, y le di a entender que algo iba mal. Me acordaba de lo que había grabado y estaba segura de que esos pasos no estaban. Christian le quitó a David el libro y lo abrió. Se puso a hojearle y, en plan de broma, leyó un trozo escrito a modo de conjuro. Todos notamos que la temperatura bajó de repente, y una especie de niebla se empezó a formar en la habitación.
Christian gritó, sobresaltándonos a todos, y dejó caer el libro al suelo. Al acercarnos a él, vimos que tenía las manos abrasadas y le goteaba la sangre, que iba a caer al libro abierto. No se si sería casualidad, pero el libro estaba atravesado por el clavo sobre el que me caí por la mañana. Entonces, la herida que tenía en la mano me empezó a doler y, al quitarme la venda, vi que algo negro me salía de la herida y se extendía lentamente por la palma. Entonces, Christian y yo corrimos hacia la puerta sin saber por qué y la cerramos tras nosotros. Oímos la cristalera romperse y a los demás gritar mientras bajábamos por la escalera a toda prisa en dirección a la entrada. Cuando llegamos al recibidor paramos a coger aire y oímos a alguien bajar por las escaleras. Era Samantha, con la cara ensangrentada, que nos agarró a ambos y nos arrastró a la calle.
Ya afuera, Samantha nos contó lo que pasó en el ático. La niebla se centró en torno al libro y los cristales reventaron hacia el interior, cortando a todos. Cuando se levantó, vio a todos en el suelo, inmóviles; y echó la puerta abajo, bajando las escaleras lo más deprisa que podía. Mientras la escuchaba, miré hacia la casa y, paralizada por el miedo, vi como una luz oscura la envolvía. Al ver mi cara de horror, Christian y Samantha miraron hacia donde tenía fija la mirada. Una hilera de luz negra se elevaba de la casa y pudimos oír claramente los gritos de agonía de David, Matt y Diane. Ese sonido se clavó en mi corazón y es algo que no puedo olvidar.
Lo que ocurrió después no lo recuerdo con claridad. Con el miedo en el cuerpo, creo que eché a correr, seguida de Samantha y Christian. Un grito me hizo volver y, al hacerlo, vi que algo tiraba de Christian hacia la casa. Creo que seria por el miedo, pero nunca he corrido como lo hice aquel día. La gente que nos encontró, medio inconscientes, dijo que no parábamos de repetir "viene a por nosotras"; pero no nos pudieron sacar quién.
Me desperté en el hospital, tres días después, según lo que me dijo una enfermera. Los padres de todos habían venido desde España, y la policía nos interrogó sobre lo ocurrido. Así fue como supimos que David, Christian, Matt y Diane habían muerto. Samantha entró en shock y tuvieron que sedarla. Yo, perdí el conocimiento. Volvimos a España cinco días después, e intentamos seguir como siempre. Pero nada es igual. Samantha está en un psiquiátrico, en aislamiento absoluto. La última vez que la vi, solo me dijo: ya viene.
Me acabo de enterar de que Samantha ha muerto. Al parecer, algo la atravesó el cráneo. Yo escribo esto, sabiendo que es lo último que hago.
Estoy oyendo pasos en el pasillo… y tengo frío.

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