Si fuésemos inmortales.


Si fuéramos inmortales la vida del ser humano cambiaría mucho.
Por una parte estaría bien, porque así no perderíamos a tantos familiares, amigos y seres queridos, y estaría bien vivir más tiempo para ver a nuestros sucesores.

Pero por otra parte estaría mal porque llegaría un momento que no cabríamos en la Tierra, no habría casi plazas para el trabajo, no habría suficiente agua, se agotarían las fuentes de alimento y energía. La gente tendría que ir a vivir a países con temperaturas extremas: desiertos y glaciares.

Tendríamos más tiempo para investigar cómo prevenir algunas enfermedades, pero llegaría un momento que se nos acabarían los medicamentos y sufriríamos mucho.

Noche de locura. Esther Pérez.

El día 31 de octubre por la noche, andaba sola por los alrededores del pueblo. Cuando me dirigía a mí casa tranquilamente, escuché algo detrás de mí y me di media vuelta; no había nada. Pensé que era algún animal, entonces seguí mi camino. De repente noto que me toca algo, pero no había nada. En ese momento me asusté un poco, era extraño.

Entonces, aceleré un poco el paso para llegar a casa cuanto antes. Llegué a casa y me fui a mi habitación, mi madre me vio ir para la habitación con cara de asustada, así que vino a ver que me había pasado. Le dije que nada y se marchó y yo me acosté. Cuando estaba en la cama escuché algo extraño; ahora sí que estaba más asustada. Me levanté y encendí la luz rápidamente y vi que se había caído un cuadro de un familiar de mi madre, nunca supe quién era. Pregunté a mi madre por esa foto un día, pero no me contestaba. Cuando estaba cogiendo el cuadro para volverlo a colocar mire detrás del cuadro y ponía Ricardo El Loco 1987. No le di mucha importancia en ese momento, pero cuando me acosté pensé en lo que me había pasado al volver a casa y lo del cuadro todo era extraño. Cuando estaba en la cama estaba muy asustada. Se escuchaban cosas raras fuera de lo normal. Se oían gritos y llantos. Conseguí dormirme y no me enteré de más.



Esther Pérez 4ºD

Oscuridad y muerte.Paula Colio

Nunca olvidaré lo que pasó. Aquella noche marcó mi vida, y la de mis amigos. Y lo peor de todo es que desatamos algo… no sabría como llamarlo. De los que estuvimos allí sólo estamos vivas Samantha y yo. Estamos asustadas, sabemos que nos busca, y cuando nos encuentre, nos matará. A nosotras… y al resto de la humanidad.
Todo empezó al planear las vacaciones de verano con mis amigos; David, Matt, Christian, Samantha y Diane. Este año pensamos en ir a Estados Unidos, lejos de todo lo conocido. Miramos por Internet un destino, y nos decidimos por un pueblecito en Kansas, de esos que tienen leyendas urbanas. Buscamos alojamiento en una posada e hicimos la reserva del vuelo. Tres semanas después despegamos de Barajas rumbo a América.
Al llegar, el dueño del albergue nos esperaba en una camioneta. La mayoría de nosotros fuimos atrás, incluida yo. David y Christian intentaron entenderse con el conductor, ya que dominaban mucho más que el resto el idioma. Cuando llegamos al pueblo nos llamaron la atención los edificios de madera, el ambiente de montaña y el oscuro y frondoso bosque; un lugar ideal para vivir aventuras.
Nos acomodamos en la posada y, como se nos había hecho tarde, no salimos. Estábamos un poco justos, ya que dormíamos todos en el mismo cuarto. Nos entretuvimos planeando lo que haríamos allí. Los tres primeros días nos recorrimos el pueblo de arriba a bajo, nos enteramos de las tradiciones y de algunas leyendas. La que más gustó fue la de una casa encantada. Vamos, lo típico para pasar miedo. Hacía siglos que había vivido una bruja allí y, cuando la quemaron, la casa ardió en llamas sin que nadie la prendiera fuego. Todos los que habían entrado después aseguraban que habían oído a la bruja gritar.
Sobra decir que planeamos la visita a la casa. Pero Samantha y yo ideamos algo para "encantar" la casa. Yo, me encargaría de grabar ruidos y golpes en un Mp3 y Samantha pondría unos altavoces inalámbricos por las habitaciones de la casa. El plan era que, cuando llegáramos a la casa, yo activaría el Mp3 con un mando y empezarían a sonar cosas. Ya había grabado los ruidos y fuimos a colocar los altavoces. Mientras Samantha los ponía, yo eché un vistazo por la casa. Me llamó la atención un libro negro que había en el suelo del ático. Fui a verlo, con cuidado de no dejar huellas en el polvo. Me agaché y examiné la cubierta, sin cogerlo. Tenía símbolos extraños, parecidos a "runas". Puse un dedo en la cubierta y, de repente, un escalofrió recorrió mi espalda. En ese momento, Samantha gritó que ya nos podíamos ir y, del susto, me caí al suelo y me clavé en la mano un clavo oxidado. Bajé del ático y regresamos a la posada, parando antes a que me pusieran la antitetánica.
Ya de noche volvimos a la casa, esta vez todos juntos. Yo llevaba las manos en los bolsillos, para disimular el bulto del mando. Entramos, alumbrándonos con las linternas. De día no parecía tan tétrico como de noche, y pensé qué, por primera vez, íbamos a darles a todos un susto de muerte, y seríamos nosotras quienes desveláramos la broma, ante el miedo de todos. Entramos en las habitaciones de la planta baja y, mientras curioseaban por las vitrinas del salón, activé el Mp3. Justo cuando Matt estaba abriendo una vitrina, sonó el primer ruido. Del susto, tiró dos redomas de cristal, que se hicieron añicos contra el suelo. Samantha, fingiendo estar muy asustada, dijo que deberíamos salir de allí. Pero Matt, herido en su orgullo, dijo que no nos iríamos hasta que encontráramos algo guapo que enseñar en casa. Subimos al segundo piso y entramos en algunas habitaciones, mientras los ruidos grabados se escuchaban. Ya estaban todos bastante asustados y saltaban a la mínima. Samantha y yo, que íbamos las ultimas, nos sonreíamos maliciosamente, indicándonos mutuamente que seguiríamos con la broma un poco más.
Estábamos ya en el ático, abriendo baúles y armarios. David fue el primero que se fijó en el libro del suelo. Le sopló la tapa para quitarle el polvo. Al ver la portada, me llamó para que le dijera qué ponía. Cuando iba hacia él, escuchamos pasos en las escaleras; y se miraron unos a otros, asustados. Yo miré a Samantha, y le di a entender que algo iba mal. Me acordaba de lo que había grabado y estaba segura de que esos pasos no estaban. Christian le quitó a David el libro y lo abrió. Se puso a hojearle y, en plan de broma, leyó un trozo escrito a modo de conjuro. Todos notamos que la temperatura bajó de repente, y una especie de niebla se empezó a formar en la habitación.
Christian gritó, sobresaltándonos a todos, y dejó caer el libro al suelo. Al acercarnos a él, vimos que tenía las manos abrasadas y le goteaba la sangre, que iba a caer al libro abierto. No se si sería casualidad, pero el libro estaba atravesado por el clavo sobre el que me caí por la mañana. Entonces, la herida que tenía en la mano me empezó a doler y, al quitarme la venda, vi que algo negro me salía de la herida y se extendía lentamente por la palma. Entonces, Christian y yo corrimos hacia la puerta sin saber por qué y la cerramos tras nosotros. Oímos la cristalera romperse y a los demás gritar mientras bajábamos por la escalera a toda prisa en dirección a la entrada. Cuando llegamos al recibidor paramos a coger aire y oímos a alguien bajar por las escaleras. Era Samantha, con la cara ensangrentada, que nos agarró a ambos y nos arrastró a la calle.
Ya afuera, Samantha nos contó lo que pasó en el ático. La niebla se centró en torno al libro y los cristales reventaron hacia el interior, cortando a todos. Cuando se levantó, vio a todos en el suelo, inmóviles; y echó la puerta abajo, bajando las escaleras lo más deprisa que podía. Mientras la escuchaba, miré hacia la casa y, paralizada por el miedo, vi como una luz oscura la envolvía. Al ver mi cara de horror, Christian y Samantha miraron hacia donde tenía fija la mirada. Una hilera de luz negra se elevaba de la casa y pudimos oír claramente los gritos de agonía de David, Matt y Diane. Ese sonido se clavó en mi corazón y es algo que no puedo olvidar.
Lo que ocurrió después no lo recuerdo con claridad. Con el miedo en el cuerpo, creo que eché a correr, seguida de Samantha y Christian. Un grito me hizo volver y, al hacerlo, vi que algo tiraba de Christian hacia la casa. Creo que seria por el miedo, pero nunca he corrido como lo hice aquel día. La gente que nos encontró, medio inconscientes, dijo que no parábamos de repetir "viene a por nosotras"; pero no nos pudieron sacar quién.
Me desperté en el hospital, tres días después, según lo que me dijo una enfermera. Los padres de todos habían venido desde España, y la policía nos interrogó sobre lo ocurrido. Así fue como supimos que David, Christian, Matt y Diane habían muerto. Samantha entró en shock y tuvieron que sedarla. Yo, perdí el conocimiento. Volvimos a España cinco días después, e intentamos seguir como siempre. Pero nada es igual. Samantha está en un psiquiátrico, en aislamiento absoluto. La última vez que la vi, solo me dijo: ya viene.
Me acabo de enterar de que Samantha ha muerto. Al parecer, algo la atravesó el cráneo. Yo escribo esto, sabiendo que es lo último que hago.
Estoy oyendo pasos en el pasillo… y tengo frío.

Molly Holi. Sandra Alles.

Hace unos años vivía en Alemania una niña rubia y con trenzas que se llamaba Amelie. Tenía 7 años y era muy mala estudiante. Un día camino del colegio una muñeca posada en un escaparate le llamó mucho la atención; tenía la cara muy blanca con cicatrices, unos ojos grandes y aterradores y una sonrisa que helaba hasta el último hueso del cuerpo.
Cuando llegó a su casa se lo contó todo a su madre y esta le dijo:
-Amelie si sacas buenas notas este trimestre esa muñeca será tuya .

La niña empezó a estudiar y al cabo de un mes fue a recoger las notas acompañada por su madre. Como las notas fueron muy buenas cuando volvían hacia casa entraron en la tienda .
La madre le dijo al cajero :
-¿Cuánto vale esta esta muñeca?
Y este respondió con un tono frío y serio:
-Nada
La mujer se quedó callada unos instantes y antes de que pudiera decir nada el cajero la interrumpió:
-Esta muñeca tiene una terrible maldición .
La mujer dijo que ella esos cuentos no se los creía, cogió a la muñeca y se fue .
Amelie se había enganchado mucho a su muñeca, que por cierto se llamaba Molly Holi. A los 6 días de comprarla Amy (que así la llamaban sus amigos del colegio) notó que Molly Holi no estaba en la mesilla de noche donde ella la había dejado sino que estaba sentada en la ventana sonriendo y con un cuchillo ensangrentado en la mano. Amelie no le dio demasiada importancia y se volvió a dormir.



A la mañana siguiente, Amelie se levantó y estaba poniendo el uniforme del colegio cuando sintió un fuerte presentimiento. Bajó a la cocina y … allí estaba su padre tirado en el suelo con un charco de sangre alrededor y con una uña clavada en la frente. La pequeña se fue corriendo hacia el colegio sin ponerse la corbata. No entendía nada.


Por la tarde cuando llego a su casa se encontró una escena similar: su madre estaba colgada de la lámpara del salón con su corbata y con una uña clavada en la nuca. Amelie llamó inmediatamente a su hermano mayor y éste llegó muy rápido. Entonces llamaron a la policíae y estos se llevaron los cadáveres.


Amelie se quedó a vivir con su hermano, porque era mayor de edad. Después de 6 semanas de calma el hermano de Amelie le dijo que se tenía que ir al pueblo de al lado a hacer unas cosas. Entonces Amy cogió a Molly Holi y se fue camino de la tienda donde había empezado su pesadilla. Y tirando a la siniestra muñeca sobre el mostrador dijo:
-Esta muñeca ha matado a mis padres y no quiero que haga lo mismo conmigo y con mi hermano.
-Te lo advertí aunque en ese caso métela en una caja y entiérrala en el jardín –dijo el dueño de la juguetería
Cuando llegó a su casa cogió una pala y la enterró en el jardín pero como todos los días llegó la noche…
Amy se metió en la cama, su hermano se despidió y le dijo que luego volvería. A los 6 minutos de que su hermano se fuera Amelie oyó un chirrido aterrador que venía del jardín y se oía: "Molly Holi quita la cerradura, Molly Holi sale de su escondrijo". Inmediatamente Amy se metío en el armario con su linterna. Al fondo, pero cada vez más cerca, se oía esa voz ronca y helada: "Molly Holi abre la puerta, Molly Holi coge un cuchillo …" y así sucesivamente hasta llegar al armario que dice: "Molly Holi ¡te mata!". Cuando su hermano llegó a casa se encontró a su hermana muerta con una uña clavada en el corazón …
Yo en vez de estar todo el día pensando lo bien que me quedan esos pantalones rosas, me preocuparía un poco mas de la dulce muñeca que todos tenemos en la estantería
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La última noche. Elena Sánchez Ruiz.


Cloe era una chica morena, alta y delgada a la que le gusta mucho el espiritismo, la guija y cosas de esas. En Halloween, con sus amigas, Cloe quiso ir al cementerio a hacer el tonto y a saltar por las tumbas, aunque daba un poco de miedo por esa noche tan oscura y con esa luna llena.
Cloe se tumbó en una tumba y ésta se rompió, cayó dentro y al lado de un muerto al que apenas le quedaba carne y cuatro pelos, éste le dijo:
-Te he encontrado.



Cloe, del miedo no podía ni gritar, pero tuvo la buena suerte de que pasaba Jazmín, que la ayudó a salir de la tumba.
Cloe contó lo ocurrido a sus amigas y ninguna la creyó a pesar de ser verdad. Cloe insistió tanto que Any la acompañó a la tumba para que se convenciera de que lo que ella contaba era mentira. Se asomaron y vieron la tumba vacía y antes de que Any pudiera acabar de decir "ves como no hay nada" ,apareció el muerto con los ojos cerrados. Any se asustó. Ella y Cloe se acercaron a ver su poca carne, sus cuatro pelos, la piel caída, los pulmones ensangrentados y su pálida cara más de cerca pero...¡el muerto abrió los ojos! Les echó una malévola sonrisa, y les dijo:
-Disfrutad todas de vuestra última noche.
Éstas huyeron despavoridas del lugar hacia sus amigas. Se lo explicaron todo, pero no las creyeron. Insistieron mucho, y hartas, Melisa, Yasmín y Ruby fueron junto con Any y Cloe a la tumba. El muerto no estaba, pero había una ouija. Si las cinco amigas jugaban, la maldición terminaría. Al igual que Cloe, a sus amigas también las gustaba la ouija. Entonces decidieron jugar. Milagrosamente y porque eran entendidas del juego, no murió ninguna de las cinco chicas.
Cuando devolvieron la guija a su sitio, apareció el muerto, y habló un idioma que no habían oído nunca. De repente las tumbas se rompieron, y empezaron a salir zombis. El cielo se nubló y empezó a tronar con fuerza. Los zombis partieron el cuello a Melissa, a Any y a Rubi, después las devoraron. Cloe y Yasmín consiguieron escapar y ahora están en un manicomio. Si algún día las dejan salir del manicomio, tienen muy claro que no volverán a celebrar Halloween.

Salida a por setas. Adrián Gómez Olavarría


El pasado miércoles salimos a Aguilar de Campóo con el fin de encontrar setas. Yendo en el bus nos lo pasamos muy bien.

Al llegar, todo era muy bonito, nos dividimos en cinco grupos: unos con Gonzalo, otros con Joaquín, con Luis Carlos, con Paco y nosotros con Alfonso. Nos fuimos cada grupo por un sitio diferente.

Nosotros fuimos por un lugar donde, desgraciadamente, no había muchas setas . En mi grupo estaban Sandra, Sara, Marce, Mario, Cuevas, Álvaro, Maika, Judit, Brez, y yo.

Lo primero que hacíamos era preguntar si la seta era buena; si lo era y no la teníamos, la cortaba con la navaja y la metía al cesto.

Encontramos muchas setas. Álvaro, Brez y yo vimos y cogimos una "edulis", la única de la excursión. Lo pasamos genial. Había setas de los enanitos que son rojas, con manchas blancas y venenosas, pedos de lobo, blancos excepto de mayores que son amarillos y que al tocarlos sueltan un polvo amarillo…
Al cabo de un rato el profesor propuso lo siguiente:
- Como es un sitio bonito, podíamos parar.
A lo que nosotros respondimos
- Claro es un sitio precioso.
Era un lugar situado cerca de un pantano. Había árboles, huellas de jabalíes, vacas y muchas piedras pero estaba casi al lado de un bosque. Así luego pudimos revisarlo para ver si había setas.
Al acabar de comer nos encontramos todos en el punto de recogida.
Para venir, en el bus nos lo pasamos genial: ¡Que bien me lo pase sacando fotos y hablando de un tema, que algunos saben! Ji, ji.
Al llegar dejamos las cestas y todos teníamos ganas de repetirlo.
¡Ah! Estuvo fenomenal lo que hicimos con los "pedos de lobo" que encontramos juntos: los pisamos y salía cantidad de polvillo.
Bueno, sólo puedo decir que me lo pasé genial y que por mí repetiría la experiencia.
Os animo a continuar con esta aventura.
Agradecemos al Departamento de Ciencias Naturales la propuesta de esta salida a por setas.

Adrián Gómez Olavarría